una experiencia gastro en un lugar de sueño
No te engaño si te digo que antes de ir había visto muchas fotos del sitio en redes sociales y en revistas. En todas ellas lucía esplendoroso y, además, varios conocidos y amigos nos habían contado su experiencia en el Molín de Mingo, por lo que las ganas de conocerlo eran grandes.
Las expectativas iban altas, pero el entorno además de no defraudar, superó lo esperado.
Y ahora bien, si tienes ganas de vivir la misma experiencia que nosotros te animo a que sigas leyendo estas líneas.










Tabla de contenidos
UN POCO DE HISTORIA
El Molín de Mingo está asentado en un antiguo molino de maíz rehabilitado que ha pasado de generación en generación en la familia de Dulce Martínez.
En la actualidad es ella la que regenta el restaurante, pero siempre ha tenido la cocina y el amor por los fogones muy presente. Fue su madre la que abrió la casa de comidas y con el tiempo se ha convertido en un restaurante con mucho encanto donde acuden no solo los asturianos, sino también muchos rostros conocidos, así como turistas que vienen a conocer estas tierras.






Además, Dulce es la mujer de uno de los reconocidos estrellas Michelin del panorama asturiano, Nacho Manzano. Así que, como se suele decir en estos casos, ¡todo queda en casa! En los locales de ambos son un imprescindible las croquetas muy cremosas o el arroz con pitu.
EL LOCAL Y SU UBICACIÓN


Y una vez que ya sabemos a donde nos dirigimos…
¿Cómo llegar?
Para ir hasta el restaurante es imprescindible el coche. El Molín de Mingo está ubicado en el concejo de Cangas de Onís y más concretamente en el pueblo de Peruyes.
Llegar hasta allí no es fácil. Si vas desde Oviedo o desde Avilés tendrás que seguir la A8 hacia el Oriente y en Ribadesella te sales para coger la N-634 hacia Arriondas. A continuación, por la N-634 entre Arriondas y Ribadesella, en Margolles, tendrás que coger la desviación a Peruyes. Vete atento porque la desviación puede pasar desapercibida y si vas un poco pasado de revoluciones es fácil que tengas que maniobrar más de la cuenta.
Hasta aquí la tarea fue fácil, pero ahora el camino se convierte en caleya (en asturiano se dice de aquellas carreteras estrechas, en general pedregosas y con un paso no muy sencillo) y el trazado de la carretera ya no será lo mismo. Sin dejar nunca el camino, hay que pasar los pueblos de Peruyes y Canaliegas y después de unos pocos kilómetros alcanzarás El Molín de Mingo.
El conductor tendrá que llevar los ojos atentos al volante e ir pendiente de que no se crucen más coches en el camino, pero el resto del pasaje podrán gozar del entorno de montaña de la zona. Si el día luce despejado, el paisaje es una verdadera maravilla




EL LOCAL










Una vez que llegas al paraíso te espera una gran casa de aldea dónde se ubica El Molín de Mingo. Dispone de aparcamiento en un terreno colindante para que puedas dejar el coche, así que ese será el primer paso nada más llegar.
La zona de entrada está pensada para sentarse a tomar el aperitivo el tiempo previo a la comida. Y cuando llegue el momento te adentrarás en el interior del Molín donde se ubica el comedor. En él se respira un ambiente tranquilo, decorado con un gusto exquisito donde no solo se viene a disfrutar de la comida, sino que todo forma parte de la experiencia.
Te dejo aquí una galería de fotos para que puedas verlo por ti mismo, pero lo mejor es vivirlo porque, además, la decoración y la carta siempre varía en función de la temporada en la que estemos.






EL MENÚ: NUESTRA EXPERIENCIA


Y ahora centrémonos en el menú porque hemos venido a comer, ¿no?
¡Vamos a ello!
En el Molín de Mingo no disponen de una carta al uso donde elegir, sino que cuentan con dos menús cerrados, uno largo y otro corto, que se elaboran con productos de temporada. De esta manera, en función de la fecha en la que reserves, podrás probar unas cosas u otras. Es cierto que antes (en sus inicios) podías comer de carta, pero esto ha desaparecido con el paso del tiempo, por lo que es importante que lo tengas en cuenta y sepas que tienes que pedir el menú sí o sí.
El menú corto se compone de dos platos y un postre, mientras que el largo lo hace de cuatro platos más el postre y la elección tiene que ser a mesa completa.




Nosotros nos decantamos por el menú largo puesto que ya de hacer el viaje, había que aprovecharlo al máximo. Si te digo la verdad no nos resultó del todo fácil ponernos de acuerdo entre qué platos elegir de la lista de propuestas que nos hizo Dulce.
Si bien es cierto que los platos varían en función de la temporada, hay clásicos que nunca faltan en la carta como pueden ser el arroz con pitu, las croquetas o la fabada en invierno.
Y si te estás preguntando, ¿qué comisteis?
Aquí te dejo la crónica gastro basada en nuestra elección y nuestro gusto, pero ya se sabe, para gustos…(infinitos).
Te animo a que si has visitado el Molín nos cuentes en comentarios tu experiencia.


Empezamos degustando una fuente de croquetas de jamón y de compango. Aunque las croquetas es algo que puedes disfrutar en muchos sitios, que tengan la consistencia perfecta es algo realmente complicado. En este caso la bechamel estaba buenísima y si tengo que elegir me quedo con la explosión de sabor de las croquetas de compango.
Entre los posibles entrantes también tenías la opción de pedir: arepas de pitu y/o kausa de mejillones en escabeche.






Continuamos con un pescado, en este caso, tal y como venía en la carta, “plato de bonito de verano”. Sin duda este es un plato que nos gusta comer con frecuencia en temporada estival por lo que cuando lo vimos en la carta no lo dudamos.
Consistía en un taco de bonito acompañado con una guarnición de cebolla y pimiento y marinado con un jugo de cítricos que combinaba de forma maravillosa.
He de confesar que cuando vi llegar el plato la ración me pareció un poco pequeña, pero tras comerlo puedo decir que tenía el tamaño ideal. Está claro que a veces el ojo nos juega malas pasadas y comen más de lo que luego puede el estómago.
Si sientes curiosidad por saber que más pescados tenían en el menú, también disponían de cocochas de bacalao con pilpil y licuado verde.




Lo siguiente que nos sirvieron fue el clásico de la casa, el arroz con pitu. Este plato podrás pensar que no tiene ciencia, pero nada más lejos de la realidad. El grano tiene que estar en su punto justo y el pitu bien hecho.
Antes de seguir, ¿sabes qué es el pitu?
En Asturias llamamos pitu de caleya a los pollos que se crían en los pueblos al aire libre y sin alimentarlos con pienso. Estos son de un tamaño mayor y una vez guisado se transforman en un plato típico asturiano.
No solo se come como plato principal, sino que también son un buen acompañamiento para un rico arroz. Este es un clásico en el Molín y no te puedes ir de allí sin probarlo.
¡Te puedo asegurar que está buenísimo!






Finalmente terminamos con la carne, en nuestro caso, un solomillo glaseado, aunque también tenías para elegir cabritín guisado.








Llegados a este punto el cinturón ya apretaba más de la cuenta, pero ya se sabe que en estos casos el postre no se perdona. El toque dulce final no hace falta que sea igual para todos los comensales, por lo que pedimos varios para poder ver cual nos gustaba más.
Entre los elegidos estaban un clásico que nunca falla: el helado, en este caso de frutos rojos, el postre estrella de la casa: la tarta de queso, un milhojas y el que para mí se convirtió en el favorito, una crema inglesa con mango, súper fresco y digestivo para terminar la comilona. Como puedes ver hay muchas opciones donde elegir.






El chupito y el café te ofrecen tomarlos en la terraza exterior o bien servirlo en mesa. Si el día acompaña puede ser una gran forma de terminar con la experiencia gastronómica mientras disfrutas del bonito jardín silvestre.
CONCLUSIÓN
Merece la pena acercaste a este enclave para vivir una experiencia gastronómica pese a que el acceso no sea lo más asequible. Vete preparado para este pequeño homenaje y no pienses en la cinturilla del pantalón, simplemente disfruta.
Y si puede elegir, ¡consulta el tiempo meteorológico antes de ir! En Asturias no podemos asegurar un día soleado, pero, si puedes, intenta que esté lo mejor posible porque el enclave merece la pena gozarlo.
Y, sobre todo, ¡¡qué no se te olvide reservar!! Llama con bastante antelación porque las mesas se llenan muy pronto (especialmente, los fines de semana de primavera/verano).




Y hasta aquí nuestra pequeña crónica, contada de primera mano, de lo que vivimos un día de finales de septiembre en El Molín de Mingo.
Espero que te haya gustado y si tú también lo has visitado nos cuentes qué fue lo que más te gustó a ti o si tienes pensado acudir próximamente.
¡Te leo en comentarios!
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6 ideas sobre “El Molín de Mingo: Guía completa de cómo llegar, todo sobre su menú y lo que podrás comer, precios,…”
La cocina correcta, los precios se han subido a la parra. El entorno muy agradable.
Hola Mayte
Si que es verdad que los precios son algo elevados. A nosotros nos gustó la experiencia para una comida especial en la que celebrar algo o simplemente disfrutar de un día completo en un entorno como el que tienen.
Hola!! Me ha encantado el post, voy a reservar ahora mismo!! Me gustaría aprovechar que nos desplazamos al restaurante desde un poco lejos, para montar un plan de ruta de montaña o ruta costera para hacer hambre antes de ir al restaurante a comer, ¿me podrías recomendar algún sitio que visitar por esa zona? Gracias!!!
¡Hola Sari!
Las rutas de montaña son un terreno que no dominamos mucho y no te puedo aconsejar. En cuanto a pueblos costeros es muy recomendable visitar Ribadesella que está a unos 20 minutos en coche y a unos 30 minutos están los bufones de Pría.
Para el interior está Cangas de Onís y se puede subir caminando hasta Covadonga (en torno a las 2 horas caminando)
¡Espero servirte de ayuda y que disfrutes mucho de la visita!
El precio del menú es por persona o la mesa completa?
Hola Beatriz
El precio es por persona y sin la bebida incluida.
Espero que te ayude la información
Un saludo