Para los amantes de lo goloso, visitar el pueblo de Busto lleva implícito hacer una parada en la Pastelería de Jonathan González.
En esta casa llevábamos tiempo con ganas de ir a probar los pasteles y ver si la fama que tienen pasaba nuestra cata con sobresaliente. El primer intento fue fallido, al llegar a la puerta nos encontramos con un cartel que decía: ˝Cerrado por vacaciones”. Con cara de resignación volvimos sobre nuestros pasos, pero, tras un tiempo, volvimos a las andadas y una tarde de sábado surgió el plan. Alguien dijo: ¿y si vamos a Busto? Dicho y hecho, subimos al coche y emprendimos ruta.
Busto está en el concejo de Valdés y desde Oviedo se tarda más o menos una hora. El recorrido se hace entero por autopista así que siempre es más llevadero.
Cuando llegas a Busto los indicadores enseguida te señalizan la ruta para llegar a las puertas de la pastelería Cabo Busto. Una fachada blanca y roja, con ligeros toques azules, te da la bienvenida. En mitad del jardín una pequeña puerta te adentra en el paraíso de los dulces. La gente hace cola para elegir los pasteles que se quiere llevar. El peregrinar de los vecinos de los pueblos cercanos y no tan cercanos (había más locos como nosotros que llegaban de más lejos) es algo muy cotidiano en el local. Desde que abrió sus puertas en el verano de 2012, el boca a boca, internet y las redes sociales han hecho que la gente quiera probar estos pasteles de vanguardia que se venden en este pequeño rincón asturiano.
Detrás del mostrador nos atiende la madre del pastelero. En las vitrinas, al menos veinte tipos de pasteles te hacen ojitos. Entre ellos, pastel de fruta de la pasión, el de arroz con leche o el no menos delicioso de almendra pura.
Contemplando el espectáculo gastronómico de la vitrina, hacer cola no resultó nada desagradable. Además, poco a poco, ante las preguntas de los clientes, vas enterándote de cual es el ingrediente estrella de cada uno de los pasteles y así decides cuales te vas a llevar. Es difícil elegir solo uno.
Disponen de cajas de varios tamaños (6 y 12 pasteles) para poder llevártelos a casa. Además, si el día acompaña, es muy agradable comprar uno para comerlo allí mismo en la terraza. El único fallo es que no tienen café, ni nada para beber y acompañar el dulce manjar. Si dispusiesen de servicio de cafetería ya sería la bomba.
Y los menos golosos se estarán preguntando, y a mí que no me gusta mucho lo dulce, ¿tengo espacio en Cabo Busto? Los amantes de lo salado también estáis de suerte porque hacen empanada y hojaldres. El inconveniente es que las unidades que se hornean son muchas menos que los pasteles y se acaban enseguida por lo que es recomendable encargarlos.
Podemos pensar que estos pasteles de diseño van a tener un coste muy superior a los que nos encontramos en otras pastelerías, pero nada mas lejos de la realidad.
Los considerados especiales rondan los dos euros y los clásicos de toda la vida (tipo milhojas) algo menos.
Es importante tener en cuenta antes de coger el coche y lanzarte a la aventura que por semana solo atienden por encargo y los fines de semana tienen más variedad. Además, acuérdate de revisar el horario, no vaya a ser que te pase como a nosotros y te encuentres con la puerta cerrada.